Jefa de estudios: Ritsuka, Irume, Kizuke, al despacho del director.
Nos miramos unos a otros con extrañeza. ¿Que querrá? Salimos del aula sin decir palabra. Cuando llegamos a aquella habitación iluminada, blanca, con varios trofeos en las estanterías, vimos a Hitomi y compañía. Ya sé lo que ha pasado.
Irume: Vale, sé que no es mi turno para hablar, pero quiero que sepáis que no hemos echo nada.
Director: Lo sé. Pero necesito que valláis con Hitomi, Ryu y Kippei hasta la estación.
Kizuke: ¿Para qué? ¿Qué quieren ellos de nosotros?
Hitomi: No te creas que me hace ilusión ir con vosotros, chusma.
Ritsuka: Mira, rubita, no me toques las narices a las nueve de la mañana.
Director: Eh, chicos, calmaos.
Irume: Director, ¿puede ir al grano?
Director: Si me dejáis... Bueno, quiero que valláis a la estación a recoger a una persona.
Ritsuka: ¿Quién es esa persona?
Irume: ¿Esa persona?
Director: Si, Irume sabe de quien se trata, ¿verdad?
Irume: Si es quien yo creo que es, ¡NO PIENSO IR!
Director: Pero si hace mucho que no os veis... Venga... se quedará conmigo, tranquila. Ha cambiado.
Irume: Si es así... Vale.
Hitomi: ¿Nosotros qué pintamos aquí?
Director: Te necesito, ya verás por que.
Salí la primera de la habitación mientras los demás se preguntaban quien es esa persona.
Kizuke: ¿Quien es?
Irume: Es hijo adoptivo del Director. Estudiaba en otra escuela, por eso no sabíais nada.
Ritsuka: ¿Y tú de qué conoces al hijo del director?
Irume: Se puede decir que me crié con él.
Kizuke: Ehh...
Tuvimos una conversación bastante larga; unos por un lado, y otros por el otro. Cuando llegamos a la estación, Dejamos a Ritsuka a cargo de unos papeles para confirmar que recogimos al hijo del Director.
Ritsuka: ¿Sabíais que mientras escribo el boli da vueltas?
Hitomi: Otro síntoma de la tontuna.
Irume: Rubia de bote.
Ritsuka: Qué si! que da vueltas!
Hitomi: El mismo síntoma de la tontuna.
Ritsuka: Si, igual que ser rubia.
Hitomi: ¿Que has dicho? -enfadada.
Rituska e Irume: Mira, un síntoma de la sordera.
Empezó una disputa entre todos mientras que las puertas del tren se abrían mostrándonos únicamente una sombra que salía de él.
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